sábado, 14 de diciembre de 2013

Capítulo 2

Después del aterrizaje cojo mi maleta de mano y miro a mi hermano, él me mira con tristeza y me abraza.

-Pásalo bien.- le dio con una sonrisa.- Mándame algún whatsapp cuando sepas algo.

-Lo mismo te digo enana.- dice mi hermano con un tono burlón.- Y sigue siendo cuidadosa con tus cosas, no quiero tener que ir a verte a la cárcel.- dice con una sonora carcajada.

-No te preocupes.- digo mientras terminamos de bajar las escaleras del avión y lo pierdo completamente de vista.


Comienzo a andar con cautela y fiándome en todas las personas de mi alrededor por si a caso alguna de ellas son Angelo Sliunglith o Lerey Zaidara.

Como a simple vista no los veo decido recoger mi equipaje facturado. Cuando me dirijo a las máquinas que van mostrando las maletas del vuelo tengo bastante suerte y no me hace falta esperar para recoger mi maleta, por tanto la cojo y me retiro para esperar a que lleguen mis acompañantes en esta misión, por llamarla de alguna manera.

Después de esperar unos diez minutos veo a Angelo Sliunglith, que lleva puestos unos vaqueros, una camisa blanca informal con una chaqueta americana color negro, como sus zapatos; que conjuntan perfectamente con su maleta negra.
Se acerca a mí y me da dos besos.

-Cuando tiempo sin vernos Alysa.- dice con una sonrisa.

-Ya ves, el tiempo vuela.- digo irónicamente.- Quince años no son nada.- digo con una carcajada.

-Claro, para nosotros, no es nada, pero para ellos.- dice mirando a los humanos.- Es mucho tiempo, demasiado tal vez…- dice con cierto aire misterioso y pensativo.

-Cierto.- digo sin dar mucha importancia a ese pequeño comentario.

-¿Oye tu sabes algo de esta misión?- me pregunta.

-No, pero, yo creo que nos han elegido a nosotros porque quieren que quede claro que aquel escándalo no fue culpa nuestra, yo creo que nos quieren poner aprueba.- digo con una voz fría y distante.

-Sí, probablemente sea eso, aunque no lo sé, espero que nos lo digan pronto, y que nos devuelvan nuestras armas…- dice algo nervioso.- Aunque yo no voy completamente desarmado.- dice mientras muestra un poco de un puñal que esconde en el interior de su chaqueta.- ¿Quieres uno o tu también eres precavida?- dice sonriente.

-La verdad, soy bastante precavida, gracias.- digo con cierta cortesía, sin poder evitar sonreír.

Toda esta situación me resulta extraña, me siento perdida y extrañada, este no era el Angelo que yo conocía. El Angelo que yo conocía, se hubiera burlado de mi capacidad de preparación, el Angelo que yo conocía no hubiera sido tan atento, el Angelo que yo conocía era, ¿cómo decirlo de la manera correcta? Distinto, distinto es la palabra.

Supongo que los quince años, han servido de lección para él, bueno, para él y para todos los hijos de los representantes de las casas, todos los que nos vimos envueltos en ese maldito escándalo que nos cambió la vida.

-Hola chicos, veo que no ha hecho falta juntaros, que ya habéis hablado vosotros solos.- dice riendo Lerey.

-Hola Lerey.- Saludo cortésmente y le doy la mano.- ¿Qué tal todo?

-Muy bien Alysa, la verdad es que estos últimos quince años han resultado algo monótonos, pero, ahora tengo algo que hacer, y vosotros también.- dice sonriente mientras se acerca para saludar a Angelo.

-Buenas Lerey, te veo igual que siempre.- dice Angelo sonriente.

-Muchas gracias por vuestros halagos chicos, acompañadme a mi coche, que tengo que contaros muchas cosas, que sé que os interesan.- dice mientras se pone en marcha y comienza a andar hacia la salida.

Comienzo a seguirle y me cercioro de que Angelo también lo hace con una mirada hacia atrás, a lo que él responde con una dulce sonrisa, que no sé porqué, pero me reconforta, me hace saber que va a cuidar de mí, no se porqué, pero lo sé.

Después de caminar unos diez minutos por el aeropuerto salimos al parking y después de caminar otros quince minutos llegamos hasta el coche, un amplio coche negro.

-Dejadme  vuestras maletas chicos, por favor.- dice Lerey.- Gracias.- dice mientras las dejamos cerca de la parte trasera del coche.- Ir subiendo a la parte de atrás, hoy soy vuestro taxista.- dice divertido.

Dejo que Angelo abra la puerta, pero para mi sorpresa me deja subir a mí primero.

-Las damas primero Alysa.- dice sin poder evitar sonreir.

-Muchas gracias magnífico caballero.- digo con una sonrisa, que evidentemente no puedo evitar.

Me siento en el asiento del lado opuesto por el que he entrado y me abrocho el cinturón. A los pocos segundos Angelo hace mismo pero en el otro asiento. Ambos esperamos unos minutos hasta que Lerey monta en la parte delantera del coche y cierra los seguros del vehículo, para evitar que entre alguien y que alguien pueda oír nuestra conversación.

-Como sabéis, tenéis una misión, que no sabéis cual es, y yo no os la voy a decir. El encargado de deciros eso es Skarieth, tampoco tengo vuestras armas, así que no os molestéis en pedírmelas. Recordad que yo solo soy el mensajero, sé más cosas que vosotros y no os voy a decir nada más que lo que deba, ¿Alguna pregunta?- Dice enarcando las cejas- ¿No? Perfecto. Os cuento. Os vais a hospedar en un hotel muy simple, no esperéis gran cosa, es de dos estrellas, pero es bastante bonito. Allí vais a estar alojados en dos habitaciones conectadas por una pequeña sala de estar. Vuestras habitaciones poseen un baño, cama y un pequeño escritorio. Dentro de dos días, Skarieth va a venir a daros más noticias, y lo más seguro, es que también os dé vuestras armas.- dice mientras comienza a conducir.

Después de quince minutos conduciendo llegamos a la magnífica ciudad de Venecia, y Lerey detiene el coche.

-El hotel está en esta avenida, seguir andando hasta que encontréis un hotel, es el primero. Se llama La Residenza - dice mientras se baja del coche y nosotros bajamos; coge nuestro equipaje y nos lo da.- Adiós chicos, pasarlo bien.- dice antes de montarse en su coche y desaparecer.

-Bueno, creo que es aquel de allí el hotel.- dice Angelo mientras nos dirigimos hacia él.

Abre la puerta con suavidad y veo a una mujer de unos cincuenta o sesenta años, con una sonrisa amable que nos habla en italiano, pero, por suerte para nosotros, somos capaces de hablar y escribir cualquier idioma que hayamos oído hablar al menos una vez en nuestra vida.

-Buenos días, señores, ¿Tienen la reserva hecha?- pregunta la mujer con una sonrisa.

-Sí.- contesta Angelo muy seguro de sí mismo.

-¿Podríais decirme vuestros nombres por favor?- dice la mujer mientras saca un viejo libro de reservas y una estilográfica.

-Mi nombre es Víctor Álvarez.- dice él mientras saca su DNI y pasaporte; y se lo da a la mujer.

-Mi nombre es Helena Smith.- digo mientras le entrego mi documentación.

-Ah ya recuerdo cuales son sus habitaciones, mi nombre es Isabella, cualquier cosa que necesiten no duden en decírmelo, el desayuno es de 7 a 12; la comida de 13.30 a 16.30 y la cena de 19.30 a 23.30. Si queréis información turística no dudéis en preguntar.- dice con algo de esperanza en sus ojos.- Seguidme.- dice mientras se dirige a las escaleras, pero cuando ve que cogemos nuestro equipaje se apresura a decir.- No hace falta, mi hijo se encargará de subirlas a vuestras habitaciones.


La seguimos hasta las habitaciones, y allí nos entrega las tarjetas que debemos utilizar para abrirlas.

Ambos entramos en nuestras respectivas habitaciones, y nos separamos.
A los cinco minutos llama a mi puerta un chico de unos diecisiete años, que supongo que será el hijo de Isabella, por que trae mi equipaje consigo.

-Hola Helena.- Dice el chico con una sonrisa.- Soy Giovanni, el hijo de Isabella, aquí tienes tu equipaje, si necesitas cualquier cosa dímelo a mí, o a mi madre, siempre estamos en el hotel.

-Gracias Giovanni.- digo con una sonrisa.- Bueno, hasta luego.- digo mientras cierro la puerta mientras el sonríe y se va.

Coloco mi ropa en el armario y los zapatos en el zapatero, cuando Angelo llama a la puerta que conecta mi habitación con la salita que conecta nuestras habitaciones, y sin dudar abro la puerta.

-Alysa he pensado que ya que vamos a estar dos días en esta ciudad, podríamos hacer algo de turismo, vamos, lo que tu quieras…- dice con una sonrisa.

-Vale, yo hace doscientos años que no he pisado esta ciudad, supongo que habrá cambiado algo.- digo riendo.

-Perfecto, a la una y media nos vamos, si te parece bien.- dice sonriendo

-Me parece bien, ¿se puede saber cuál es el plan?- digo riendo.

-Sorpresa.- dice con una sonrisa pícara en sus labios, mientras se da la vuelta y desaparece cerrando la puerta de su habitación.

Me quedo sorprendida, pero a la vez ilusionada, llevaba demasiado tiempo sin tener  todo planeado, me apetece, además, por la forma en la que me lo ha dicho podría plantearse como una cita, que no digo que lo sea, o que me gustaría que lo fuese; tan solo que podría plantearse como tal.
Yo no sabría actuar, porque yo no sé amar, nunca me lo he planteado, porque para mí, eso siempre ha sido un juego en el que siempre he ganado, en toda mi vida, nunca he querido a alguien en plan estar enamorada, yo nunca he sentido la adrenalina de la primera cita o los nervios que todo el mundo siente, para mí, eso siempre es un juego.
Desde pequeña he sido educada para no sentir nada, para ser capaz de matar a cualquiera que no pertenezca a mi familia o a un reducido círculo de amigos.

Abro el armario del hotel en el que he colocado toda la ropa que había traído conmigo y elijo unos vaqueros largos pitillos y una camiseta de volantes blanca de Hollister, con unas bailarinas color blanco, como la camiseta.

Cuando me he vestido, compruebo que tan solo me queda media hora para maquillarme.

Elijo un maquillaje sencillo, una base para aplicar algo de color a mis mejillas y algo de rímel para aumentar el volumen de mis pestañas.

Cuando termino compruebo la hora y veo que son la 1.20, por tanto decido coger un libro que traía en la maleta, “50 sombras de Grey” . Os describiré la habitación del hotel. Es una habitación espaciosa con las paredes de piedra, y suelo de parqué con unas alfombras de color rojo.
La cama tiene un cabecero antiguo y un edredón que hace juego con las cortinas, todo decorado con mucho gusto y con muebles antiguos pero bien conservados.

A y media, oigo como Angelo llama con los nudillos a la puerta de mi habitación que da al pasillo del hotel. Me levanto, abro la puerta, salgo y lo miro a los ojos.
- ¿Puedes decirme ya la sorpresa? – Pregunto intrigada.
-No.- dice con una sonrisa.- Tu ven conmigo, y yo te llevo a cualquier sitio.


Me río con desgana y veo que él comienza a andar, y, por tanto lo sigo. Nos despedimos de la mujer del hotel y salimos a las calles de Venecia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario